domingo, 3 de enero de 2010

CAPÍTULO TREINTA Y TRES: "El difícil trance de ser plomo de uno mismo”


En el universo del rock, uno de los personajes fundamentales que jerarquizan la labor del artista, es aquel que carga los equipos antes y después del show. Estos fornidos sujetos son conocidos por el título de “plomos”. Y aunque es más factible que el plomo aparezca en la vida del artista cuando éste ya sea un consagrado, existen casos de bandas principiantes que tienen sus propios plomos. Suele tratarse del primo del batero, o de un vecino desocupado que, si bien ayuda, se le llama “Plomo” por razones que tienen que ver más con su carácter insoportable de seguidor incondicional que por su actitud colaboradora.



En resumidas cuentas, lo más común es que, durante años, el mismo artista también oficie de plomo. Y si cargar los equipos es una tarea totalmente carente de glamour, tener que hacerlo al término del show frente a los mismos espectadores que acaban de verlo a uno sobre el escenario, es un tema delicado que este Manual tiene el deber de contemplar. Porque es normal que a esa altura de la noche, el artista quiera parecerse más a Lenny Kravitz, que a un repositor del Carrefour.

El autor de este Manual entiende que esta tarea atenta contra el ego y la sensibilidad del artista, pero es importante no dejar ver ningún signo de incomodidad. Hay que demostrar que la vena hinchada de la frente que le provoca el cargar un equipo valvular de 30 kilos, es apenas una experiencia más de todas las que el rock le tiene preparada.

RECOMENDACIONES:

1. No se haga el canchero. No entable una conversación mientras sostiene el equipo entre sus brazos. En su discurso, por más natural que sea, podría advertirse que se está volviendo puto por controlar el peso del artefacto. Y no queda bien. Sugerimos, llegado el caso, abandonar dicho aparato a sus pies.


2. Tenga la precaución de dejar el vehículo cerca. Nunca falta el que le hace compañía sólo con la mirada, para comprobar si usted tiene la fuerza suficiente como para llevar el equipo sin descansar ni una sola vez durante el trayecto.

3. Pídale una mano al vocalista, que siempre se hace el pelotudo y nunca colabora con la movida.


4. Mire bien por dónde camina. Tropezarse en medio de la vereda y ponerse un palo con el equipo, además de significar un accidente que podría resultarle muy caro en términos monetarios, es, también, una escena un tanto embarazosa.


5. No intente saludar con la mano. Si alguien lo saludara con la mano, contéstele con un cabeceo en dirección a esa persona. Un leve movimiento de mentón hacia delante es más que suficiente como gesto de cortesía. Difícilmente su interlocutor piense que esta mezquina mueca sea una señal de que a usted el estrellato se le subió a la cabeza.


6. No se desanime. Mientras se abre paso hasta llegar al vehículo, repita, con la boca cerrada y para sus adentros: Qué miran, putos… Qué miran, putos... Qué miran, putos, tres veces. Esto no reducirá el peso del equipo, pero al menos, lo regocijará espiritualmente.

El camino hacia la consagración es muy largo. Y en este impredecible trayecto, los únicos plomos que habrán de cruzarse en su aventura, son aquellos que le supliquen Ahora tocate una que sepamos todos.

1 comentario:

Tren de Plata dijo...

Master, lo del vocalista ¿en quien te inspiraste? jajaja!!! bro volvé a colgar cosas del blog que se extraña. Necesito mas consejos de este manual.