lunes, 23 de julio de 2012

Prospecto para ver "Los tres chiflados"


1. Advertencia.
Más de uno pensará: “Una película de Los Tres Chiflados, sin Larry, Curly y Moe, no es una película de Los Tres Chiflados” y se me hará imposible discutirlo. Por empezar, porque Curly murió en 1952 y tanto Moe como Larry, en 1975. Hace casi 40 años que la base fundacional de aquel trío de comediantes desapareció por completo de la faz de la tierra. Esto nos lleva a reflexionar, sin mayores obstáculos, que una película hecha en 2012 no podría ser otra cosa que un homenaje. Hay que partir de esa base si uno pretende dejarse llevar por la idea de verla. Porque no encontrará otra cosa que tres tipos que se le parecen, pero no son ellos. El esfuerzo lo hacen, hay que reconocerlo. Y si por momentos lo logran muy dignamente es porque detrás de todo esto hay dos hermanos (como Moe y Curly, cuyos nombres reales eran Moses y Jerome Horwitz) que vienen dedicando sus vidas al saludable ejercicio de hacer reír a la humanidad: los directores Bob y Peter Farrelly, confesos admiradores del trío de chiflados y realizadores de clásicos modernos del humor como “Tonto y Retonto”, “Todo por Mary” ó “Irene, yo y mi otro yo”, entre otros. Es decir: los únicos realizadores que saben caminar por la delgada línea existente entre la escatología lisa y llana y el humor familiar; frontera que transitaron Moe, Larry y Curly a lo largo de casi 200 cortometrajes de 16 minutos, desde 1934 hasta 1958.

2. Indicaciones.
Este film, que llevó más de diez años en concretarse y para el que se postuló nombres estelares (se habló de que Sean Penn sería Larry; Jim Carrey, Curly y Benicio Del Toro, Moe), terminó siendo protagonizado por tres jóvenes actores secundarios de la televisión yanqui, y quien más podría llegar a ser identificado por estas latitudes es aquel que interpreta a Larry, el actor Sean Hayes, a quien se lo vio, durante años, en la sitcom “Will & Grace”. El segundo en popularidad es quien hace el papel de Moe, el actor Chris Diamantopoulos, que supo actuar en la última temporada de la exitosa serie “24”. Y el menos conocido de todos es Will Sasso, quien está en la sacrificada piel de Curly. Ellos tres se cargan al hombro la gran responsabilidad de imitar lo más fielmente (así lo querían sus directores y por esa misma razón se quedaron afuera los ya veteranos Penn, Carrey y Del Toro) al trío de comediantes más popular del siglo pasado. La idea de emular lo mejor posible aquel fenómeno cinematográfico/televisivo no recayó sólo en los protagonistas: todo el concepto del film respeta el mismo criterio de aquellas realizaciones (a excepción del color, es raro ver a los Tres Chiflados en colores). Por eso la película está dividida en tres cortos, por eso las proezas físicas más riesgosas están editadas sin cortes, en una sola toma, y por eso su argumento resulta ingenuo, bobo, anacrónico. El espíritu de aquellos 190 cortos está más que presente en esta película.

3. Composición.
Piquetes de ojos, puñetazos en la boca del estómago, martillazos en la cabeza, mechones de pelo arrancados, cachetazos al por mayor, batalla de orina con bebés (a falta de la clásica guerra de tortazos, la gran ausente de la película), coreografías absurdas, un poco de humor negro y un contexto moderno (Facebook y realitys incluidos) para aquellos tres que nacieron durante los duros años posteriores a la Gran Depresión.
La perla: el personaje secundario de la monja María Menguele, una severa e intransigente sierva de Dios interpretada por Larry David, co-autor de la sitcom “Seinfeld”, autor de su propio show “Curb your Enthusiasm” (HBO).

4. Recomendaciones.
Para los fanáticos: disfrutarla sin mayores prejuicios, como un ejercicio nostálgico que no tardará en llevarlos por la extenuante montaña rusa de la carcajada.
Para los no tan fanáticos: tener el buen gesto de acompañar al cine a algún amigo o pariente que sea un ferviente amante de la vieja serie. Usted y él pasarán un momento agradable y su buena acción le será por demás agradecida.

5. Posología.
Una dosis es suficiente. Para darse cuenta de que, tal vez más adelante, bien valga la pena volver a suministrársela.

6. Mantener fuera del alcance de los niños.
Un detalle final exquisito: una vez terminada la película y antes de los títulos, los hermanos Farrelly (mentira, no son ellos, sino dos musculosos atletas que se hacen pasar por ellos) explican a cámara los secretos de un par de efectos especiales, con el objetivo de inculcar en los más chicos el viejo y consabido “no hagan esto en sus casas”.

7. Efectos secundarios.
Los generados por aquellas comedias realizadas con respeto, admiración, talento y cariño.

(Fotomontaje: Melisa Benacot)

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