1.
Advertencia.
Más
de uno pensará: “Una película de Los Tres Chiflados,
sin Larry, Curly y Moe, no es una película de Los Tres
Chiflados” y se me hará imposible discutirlo. Por empezar,
porque Curly murió en 1952 y tanto Moe como Larry, en 1975. Hace
casi 40 años que la base fundacional de aquel trío de comediantes
desapareció por completo de la faz de la tierra. Esto nos lleva a
reflexionar, sin mayores obstáculos, que una película hecha en 2012
no podría ser otra cosa que un homenaje. Hay que partir de esa base
si uno pretende dejarse llevar por la idea de verla. Porque no
encontrará otra cosa que tres tipos que se le parecen, pero no son
ellos. El esfuerzo lo hacen, hay que reconocerlo. Y si por momentos
lo logran muy dignamente es porque detrás de todo esto hay dos
hermanos (como Moe y Curly, cuyos nombres reales eran Moses y Jerome
Horwitz) que vienen dedicando sus vidas al saludable ejercicio de
hacer reír a la humanidad: los directores Bob y Peter Farrelly,
confesos admiradores del trío de chiflados y realizadores de
clásicos modernos del humor como “Tonto y Retonto”, “Todo por
Mary” ó “Irene, yo y mi otro yo”, entre otros. Es decir: los
únicos realizadores que saben caminar por la delgada línea
existente entre la escatología lisa y llana y el humor familiar;
frontera que transitaron Moe, Larry y Curly a lo largo de casi 200
cortometrajes de 16 minutos, desde 1934 hasta 1958.
2.
Indicaciones.
Este
film, que llevó más de diez años en concretarse y para el que se
postuló nombres estelares (se habló de que Sean Penn sería Larry;
Jim Carrey, Curly y Benicio Del Toro, Moe), terminó siendo
protagonizado por tres jóvenes actores secundarios de la televisión
yanqui, y quien más podría llegar a ser identificado por estas
latitudes es aquel que interpreta a Larry, el actor Sean Hayes, a
quien se lo vio, durante años, en la sitcom “Will &
Grace”. El segundo en popularidad es quien hace el papel de Moe, el
actor Chris Diamantopoulos, que supo actuar en la última temporada
de la exitosa serie “24”. Y el menos conocido de todos es Will
Sasso, quien está en la sacrificada piel de Curly. Ellos tres se
cargan al hombro la gran responsabilidad de imitar lo más fielmente
(así lo querían sus directores y por esa misma razón se quedaron
afuera los ya veteranos Penn, Carrey y Del Toro) al trío de
comediantes más popular del siglo pasado. La idea de emular lo mejor
posible aquel fenómeno cinematográfico/televisivo no recayó sólo
en los protagonistas: todo el concepto del film respeta el mismo
criterio de aquellas realizaciones (a excepción del color, es raro
ver a los Tres Chiflados en colores). Por eso la película está
dividida en tres cortos, por eso las proezas físicas más riesgosas
están editadas sin cortes, en una sola toma, y por eso su argumento
resulta ingenuo, bobo, anacrónico. El espíritu de aquellos 190
cortos está más que presente en esta película.
3.
Composición.
Piquetes
de ojos, puñetazos en la boca del estómago, martillazos en la
cabeza, mechones de pelo arrancados, cachetazos al por mayor, batalla
de orina con bebés (a falta de la clásica guerra de tortazos, la
gran ausente de la película), coreografías absurdas, un poco de
humor negro y un contexto moderno (Facebook y realitys incluidos)
para aquellos tres que nacieron durante los duros años posteriores a
la Gran Depresión.
La
perla: el personaje secundario de la monja María Menguele, una
severa e intransigente sierva de Dios interpretada por Larry David,
co-autor de la sitcom
“Seinfeld”, autor de su propio show “Curb your Enthusiasm”
(HBO).
4.
Recomendaciones.
Para
los fanáticos: disfrutarla sin mayores prejuicios, como un ejercicio
nostálgico que no tardará en llevarlos por la extenuante montaña
rusa de la carcajada.
Para
los no tan fanáticos: tener el buen gesto de acompañar al cine a
algún amigo o pariente que sea un ferviente amante de la vieja
serie. Usted y él pasarán un momento agradable y su buena acción
le será por demás agradecida.
5.
Posología.
Una
dosis es suficiente. Para darse cuenta de que, tal vez más
adelante, bien valga la pena volver a suministrársela.
6.
Mantener fuera del alcance de los niños.
Un
detalle final exquisito: una vez terminada la película y antes de
los títulos, los hermanos Farrelly (mentira, no son ellos, sino dos
musculosos atletas que se hacen pasar por ellos) explican a cámara
los secretos de un par de efectos especiales, con el objetivo de
inculcar en los más chicos el viejo y consabido “no hagan esto en
sus casas”.
7.
Efectos secundarios.
Los
generados por aquellas comedias realizadas con respeto, admiración,
talento y cariño.
(Fotomontaje: Melisa Benacot)
No hay comentarios:
Publicar un comentario